jueves, 16 de enero de 2020


Con la poesía no se come,
pero se escribe para vivir.

Solo da para sombras de lenteja.
frutas vacías y cáscaras de oro.
El albañil, el médico, el arquitecto
saben qué vinieron a hacer aquí,
cuál es su cometido, qué contrafuerte
evita la tragedia, cuánta arena
es necesaria, qué venas unir.

El poeta ha dedicado su vida
a construir un palacio que se viene
abajo cuando quiere entrar en él.
Sabe al final de sus días que todo
lo que ha tocado es patrimonio del polvo,
que nada, salvo la memoria, salva nada.

Una vez conociste a un panadero
que no conocía la palabra hornada.
El poeta vive en el mundo parapléjico
de las palabras, el panadero
en el mundo completo de los panes.
Llevaba cuarenta años fabricando
una palabra que no conocía,
era un hombre sin lenguaje que hacía pan
y tú un príncipe asesinado por una manzana.

Iván Onia Valero

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