martes, 26 de marzo de 2019

Otra revelación













Los días de noviembre son pródigos
en revelaciones y puntos de inflexión.
Sin ir más lejos, esta misma noche advertí
que ya no quiero escribir como Ángel González
–por ejemplo–
y ser mandado a leer a hormonales adolescentes
que tropiecen en junio y setiembre en mi verso,
o ser llamado generación y
leer poemas en el aula magna cada verano
mientras cuento las rodillas de la primera fila.
Tampoco quiero ya una tumba apartada
con un epitafio que de sólo leerlo conduzca al cielo.

Ahora mi ambición ha roto el techo
al que creía haber llegado.

Quiero más.

Sin ir más lejos quisiera que una muchacha
me leyera distraída cualquier noche futura
sin saber cómo llegué a sus manos
y repare de pronto en un verso
–feroz o dulce–
al tiempo que de su pie suspenso
cae la zapatilla de invierno
–con esa tristeza–
junto a la papelera que arde
o el perro que duerme.



Iván Onia Valero de Galería de Mundo y olvido (Ediciones en Huida, 2013)
Cuadro: Muchacha leyendo con doguillo, de Charles Burton Barber (1879)

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