martes, 17 de marzo de 2020

El gran atasco


Cuando un poema te recuerda a mí
- y son las doce, y es la una -.
Lo semáforos se abren como grifos
de la vieja Europa
y vierten su agua verde en mi alegría.

Yo conduzco, soy el hijo de un reloj,
el recién parido de la semana,
el almirante de la roja prisa.

Yo conduzco, leo, a veces insulto
al otro coche que se me ha cruzado
justo cuando un poema te recuerda
que acontezco, en alguna hora
donde los demás conductores son azules
y regresan, y no son yo, a su pesar,
porque soy el capitán de esta jornada,
el único al que te recuerda ese verso,
marinero del fuego en hora punta.
Entonces sonrío y añoro, atascado,
- a las dos y a las tres - que estás leyendo,
que también aconteces en el martes
- cuando son las tres,
cuando son las cuatro -
y todavía no he podido verte.
Porque los hombres somos del tiempo,
como el gorrión del naranjo,
como el niño pertenece a la siesta,
como los parques cerrados son de Dios.

Cuando alguien lee un poema y piensa en ti
- y son las cinco y las cinco -.
Cuando cae la nieve de junio en la autopista
y hay una cigüeña que te ha confundido
con su hogar.
Es el momento de relajarse.
El reloj es un esguince del reloj,
- y lo miras, y lo miras - y sabes
que ya no llegas a tiempo
ni a ella.

Iván Onia Valero



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