domingo, 28 de enero de 2018

Una mirada sobre "Púrpura de Cristal" de Ana Alvea Sánchez (Ediciones Torremozas, 2017)


Desde aquellas tardes, en que la pequeña ciudad conducía sus ocasos a una apoteosis mediocre, hasta la luz de esta tarde, luz de agua y más allá, hemos ido fraguando un hijo para la muerte.
F. Umbral

He tomado como punto de partida esta cita de Mortal y Rosa en la que Umbral escribe a su mujer sobre lo terrible de la pérdida de un hijo, para intentar compendiar en pocas palabras el libro que tenemos entre las manos.
Muchas veces me ha ocurrido ver en las caras de amigos o familiares un gesto extraño al hablar de la poesía, tanto a la hora de leerla como de practicarla o intentar levantarla. A mí, en cambio, me resulta muy extraño que haya un consenso general y muy humano socialmente aceptado en el que demos por bueno de forma natural el hecho de que una persona nos sea arrebatada y no volvamos a verla jamás. Creo que la poesía no sirve para amortiguar dolor alguno, sino que es un terreno acotado a los hablantes de un idioma muy concreto. La poesía, si bien no repara, sí traduce el dolor a la máxima expresión de lo humano, que es el lenguaje. Y de eso precisamente nos habla Púrpura de Cristal, de la pérdida que, aunque acordada como ley de río, ley de agua y de ciclos y corrientes, no deja de ser absurda en sí misma, como en una amputación corporal el malogrado sigue notando el miembro huido, los muertos siguen siendo parte de los lugares donde los dejamos, por eso nos duele la cocina, y el sillón que ocupaban, nos duele el reloj que dejaron en el cajón, las gafas pesando sobre la mesita de noche o nos duele la lluvia compartida y el paraguas que nos mira como un perro en la puerta.

Para hablar un poco del libro, de sus partes, de sus aspectos formales, que son aspectos secundarios siempre, cáscara de lo poético en comparación con la pulpa que encierran, empezaríamos por señalar que la primera parte: “Púrpura” sirve como un preámbulo amable de lo que aguarda.
Volviendo a la cita del principio, podríamos decir que desde aquellos poemas púrpura de plazoletas, púrpura con libros y padre púrpura. Desde aquellas tardes bulliciosas de barrio y de verjas, tardes infantiles, porque lo infantil es la única raza de lo vespertino, con hermano grande y madre viva. Desde las siestas lejanas con libros como abanicos, desde la adolescente a la mujer que empieza a crecerle una poeta dentro, que ve el mar en todas las cosas. Desde aquellos sobrinos como manzanas iluminadas, desde la maternidad hecha sólo para lo alegre que son una tía y su sobrino, almirantes del juego simple del amor. Desde todos esos lugares púrpura, hemos ido fraguando a una madre para su viaje. Es complicado darnos cuenta, pero vivir muchas veces se limita a abrocharnos los botones, uno a otros, del traje con el que un día seremos enterrados. Nos vamos acicalando, recíprocos, para la muerte; los nietos, el marido, el hijo en las afueras, la niña, que nos ha salido poeta, fabricando poco a poco el traje que llevaremos en nuestra partida, el vestido de antinovia que recordarán los que aquí se queden. Un traje a medida con los botones desiguales, uno por cada mano amorosa que lo fue tejiendo mientras estábamos y que ahora se ha posado en una fotografía, para siempre, como una mosca en un gramo de miel.

El cemento fresco de estos primeros poemas se endurece de pronto en la parte central del libro: “Cristales”. Con un lenguaje sencillo, de repente se apaga la tarde, y el libro nos mete por un pasillo azul, seco y fluorescente. Aparecen el frío, lo duro, lo crustáceo, la limpieza de las salas de espera, los bisturíes. El poemario se puebla de cangrejos, arsénicos, agujas, hay una blancura que aterra entre tanta oscuridad descrita, el libro se vuelve blanco, como una sangre enferma. El lenguaje sigue siendo claro, como en los primeros poemas, pero los murmullos se convierten en gritos, o peor, en silencios, hasta el mar llega un petróleo dulzón y un dios pintor coge su paleta de grises y emborrona el domingo palomero de los primeros poemas, sabemos ahora que aquella primera parte era un prólogo y que la alegría venía herida de muerte desde el principio. A medida que avanzamos en la lectura empieza a dolernos la vieja rodilla, la que anuncia la lluvia, la que espanta al sobrino, señor de los domingos, dios de las palomas, y lo destierra. En realidad queda todo borrado, la literatura, el padre, el hermano…, la esperanza es una visita de cortesía que trae bombones y se marcha pronto, se quedan solas la madre y la hija. Hay una especie de diario o de cuenta atrás en estos poemas, recuerda por momentos al poemario “El padre” de Sharon Olds. Pero sin duda, lo que más endurece la lectura a medida que pasamos las hojas es el peso que adquiere lo inevitable en esta parte y la mochila de dolor que trae consigo.

La última parte del libro: “Después de ti” es un recorrido por la realidad después de la pérdida. Como apuntábamos al principio, hemos interiorizado tanto la naturalidad de la muerte de lo que amamos, que apenas nos queda asombro para notar lo absurdo de que el mundo siga a lo suyo. A la descripción pura del dolor por la ausencia se suceden poemas donde esta ridiculez de todo lo vivo contrasta con el cuajarón de inexistencia que llevamos dentro, como si nos hubiesen arrancado el hígado y el vacío pesara más que el órgano. Los recorridos en coche que se hacían antes como una rutina, se vuelven extraños por últimos, los mecanismos burocráticos que rigen lo cotidiano se hacen dolorosos, como cancelar la cuenta en el banco y ver un nombre con dos apellidos que ya no pertenecen a su dueño. Son los pequeños cerrojos que una realidad funcionaria y pragmática nos obliga a ir cerrando para que la vida siga girando con su locura de peonza.

Iván Onia Valero

3 comentarios:

  1. Magnífica reseña, Iván. El libro lo merece.

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  2. Tu lectura es una flecha clavada en el centro de la diana, y si le sumas tu magisterio para escribir (que seguro te sale poético haata la lista de la compra), surge una reseña hermosa, inteligentes y muy conmovedora. Un fuerte abrazo
    Ana y Púrpura

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