Es la satisfacción de combatir a la duda.
El movimiento idóneo sobre el tablero.
Escoger la palabra, la expresión entre todas,
saber que no podrá ser ya otra nunca, sólo esa.
Escribirla en voz alta y no querer saber ya
qué podría haber sido si aquel adjetivo
era en realidad otro o ninguno,
si realmente aquel paisaje eran sus ojos.
Mirar al adversario y saludar triunfante
-diciembre de dos mil ocho-.
Cerrar el cuaderno como se abren los puños.
Iván Onia Valero
Ilustración de Rafael Blanco
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