Da miedo mirarse al espejo, peinarse, siquiera sea con los dedos, porque no se vaya el pájaro raro de la idea, de la cosa. Es el momento de ponerse a escribir, porque el pájaro picapinos me picotea en la prosa como yo picoteo en la máquina, el pájaro carpintero quiere construir algo, no se sabe qué, hasta que de pronto, en un cambio de folio, en un cambio de párrafo, comprende uno que el pájaro ha volado, que ya no está.
Tapo la máquina y leo lo escrito, o lo rompo. Y a esperar que venga otra vez el pájaro, que no es la inspiración, desde luego, ni tampoco el Espíritu Santo, sino realmente eso, un pájaro de vuelo e idea.Bueno, pues uno teme quedarse sin pelo y quedarse sin pájaro para siempre, y será el momento de darse el tiro en la sien limpia, porque cuando la vida nos retira el pelo de la cabeza, parece que nos invita a darnos el tiro limpiamente.

Francisco Umbral
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