sábado, 27 de marzo de 2010

La libertad

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente…

VICENTE ALEIXANDRE
















Ver mi barba creciendo hacia el espejo del mar
con la vela extendida en la pupila del tiempo.

Aquí, por la avenida de las tibias farolas
aparecen relámpagos de algunos veranos,
cuando veía a los muchachos saltar al mar
subidos en barandas de piedra, con la piel
de serpiente que deja el agua en la adolescencia.

Eso era la libertad.

Aquel brote de cuerpos, aquellos inmortales
que logré detener en pleno instante hacia el futuro,
aún hoy no han tocado el agua, están volando
encima de un relámpago que no se acaba.

Eran otros veranos y eran otras ciudades,
pero la libertad existía en los gestos
equilibrados sobre la tarde de agosto
inflamándose encima de lo que perecía,
milagro de vencer el transcurrir de lo vivo.

Pero qué inútil ha sido todo en realidad.

Ya me llaman del hombro para viajar, partir
el recuerdo. Me dicen ponlaradio o quéfrío
y todo ha sido tan inútil desde entonces,
desde que olvidé a los muchachos de aquel verano
en la sombra de objetos que creí prescindibles,
hasta que han vuelto eternos, fuertes igual que potros
con esa libertad en los rostros y en los dientes
de aquellos navegantes que regresan intactos.

Iván Onia Valero

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