viernes, 5 de marzo de 2010

Existen pocas cosas que cobijen bajo el mismo manto a todo un colectivo de una forma más o menos unánime, pocas banderas más lindas que las palabras, ya lleguen al fondo de un lago o del alma. El escrito que continúa líneas abajo me llegó como supongo que le habrá llegado a mucha gente, en un mail, en una reseña de un blog... no se conoce autor para el mismo según he podido saber últimamente, lo que puede servir de valor añadido si queremos hablar de texto legendario (con mucho hielo y limón por favor) ya que su "no autoría" o la falta de firma más bien, puede hacer que cada uno piense que lo han podido llegar a escribir personajes de lo más variopinto (allá cada cual con su imaginación) o quizás, que es algo que nadie ha escrito aún y nace cada vez que se lee.

PD: Absténganse de la lectura siempre, aquellos que piensen que el fútbol es simplemente el opio de los necios, que este equipo, es sólo fútbol.

Iván Onia Valero



Mi hermano Diego tiene 9 años. Está en la edad de elegir equipo, algo que decidirá sus amistades, muchas alegrías, mucho sufrimiento y de verdad lo creo, su personalidad. Hace dos semanas me preguntó por qué era del Betis, entonces me quedé con las ganas de explicárselo todo, ahora lo hago con esta carta.

Diego, soy del Betis por lo que cabe en él: la risa, la paciencia eterna, los goles en contra al final del partido y la increíble respuesta a tiempo. En el Betis cabe lo distinto: un alemán negro, un brasileño rubio, un guineano de Valladolid, un portero sin dedos, un suizo beligerante. Caben bicicletas que no llevan a ningún sitio, pero emocionan y valen más que cualquier fortuna, caben delanteros inofensivos, la maldición del extremo izquierdo, el gorro de Finidi, el fallo de Cardeñosa, el penalti de Joaquín, los goles de falta de un portero, el manquepierda, las rimas de Melado, el Currobetis, los 21 penaltis contra el Bilbao, las lágrimas de Esnaola, el regate de la tostá, un escudo masónico, las marchas verdes.

En el Betis cabe el sentirse raro al ganar, la pasión por sufrir, el absurdo, el no saber explicar por qué y sin embargo nunca dudar de que hay algo especial que lo rodea todo.
El Betis nació para evitar una injusticia a un minero: era suficientemente bueno jugando al fútbol pero no suficientemente rico. Desde entonces, al Betis le roban lo que regala, se ríe de los puristas, de los resultadistas de lo que es útil pero feo, es un 2-4 en la inauguración del Pizjuán.

Es sorpresa, no es fútbol es balompié, el Betis es sacar el balón jugado cuando no se puede, la poesía frente al informe, la resaca, no la aspirina, Rogelio comiéndose un huevo duro que le tiraron en un derbi, la broma antes que el esfuerzo, es no saber perder tiempo, es desafiar al destino poniendo trece barras en su escudo o tener una peña en Chechenia.

El Betis es la vena del cuello de Kiko Veneno cuando canta «El mundo es una tontería», el Rey don San Fernando conquistando Sevilla, Curro Romero abucheado, un cubata de Silvio, los canteranos que quedan por salir, los extranjeros que se quedarán a vivir aquí, una pegatina en una portada de la feria o un tetra brick lleno de cenizas y promesas.

En el Betis cada jugada es el principio de una revolución preciosa que tarda pero llegará, los regates son desafíos al orden, la gente, quijotes orgullosos de haberse equivocado al elegir y de participar en una mentira que vale la pena.













Anónimo (o no)

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