viernes, 19 de febrero de 2010

Sinrazones

Quizás las cosas menos útiles, las ineficaces, aquello que no sirve para nada y sin embargo es llevado a cabo inexplicablemente, atienda a recónditas partes del cerebro a las que sólo acceden de vez en cuando los bellos rayos de la locura. Suerte del hombre que tiene una parte del corazón en constante peligro de derribo y que no abandona el lugar pese al riesgo que supone morirse de tristeza entre las ruinas de aquello que no ha sido aún doblegado. Es allí, entre amigos y cerveza donde los vértices de la sinrazón vuelven a unirse frente a un televisor con la secreta intuición de que hasta toda la mala suerte del mundo aún puede tener un sentido que desconocemos y de que el color de la esperanza no podrá ser nunca otro.














Iván Onia Valero

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