ÉL
Él es un céntimo minúsculo oculto
En el pozo de la esperanza
Él es lo rojo del sol una mañana
El último color que quiero perder
Él es lo que en el temprano trébol
Temprano encuentro sin buscar
Él es una grieta en la tierra invernal
Terca primavera y boca hecha agua
Besos chapoteando
Él es en poderoso exorcista del horror
Que llora con el consuelo del pájaro
Él es la cuesta arcillosa que se endurece
Por la larga batalla del sol con su cuerpo
Donde incuban las parejas de golondrinas
Él es revuelo de alas el primer
Encuentro con el aire azul de la mañana
Él está cantando y pico contra pico
La tierra atrapa su ventana y se mece
Y chirría con el tiempo
La tierra agarra a su pájaro y lo empareda
En lo gris
La tierra encierra su pozo en
Una caja blindada
La tierra devora el pico ardiente
Cuando el pájaro solar cae
No quiero avergonzarme de
Mi esperanza en los muertos
No quiero avergonzarme de
Tener esperanza en la esperanza de mi amado
Llevo su poderosa canción solar
La mañana encuentro efímero
Abro la ventana de mi amor
Y aspiro el olor de la tierra
Que es nosotros y esperanza efímera
Aun así tenemos esperanza
(Inger Christensen)
Avanzas entre las sombras apostadas,
Abriendo las aguas.
La cualidad de la diferencia entre lo que eres y lo que no es tú flota en el aire,
Te precede y por eso no te tocan los ojos hechos al barro,
Los dientes de los ojos enrojecidos por el deseo impotente,
Ni te piden limosna los mendigos
Salvo yo
Que desafío a todos los párpados con la constancia de verte
Que amanezco otra vez
En cada vez
Que se me da mirarte
(Sofía Rhei)
Con membrillos maduros
Perfumo los armarios.
Tiene toda mi ropa
Un aroma frutal que da a mi cuerpo
Un constante sabor a primavera.
Cuando de los estantes
Pulidos y profundos
Saco un brazado blanco
De ropa íntima,
Por el cuarto se esparce
Un ambiente de huerto.
¡Parece que tuviera en mis armarios
Preso al verano!
Ese perfume es mío. Besarás mil hombres
Jóvenes y amorosos, mas ninguno
Te dará esta impresión de amor a agreste
Que yo te doy.
Por eso, en mis armarios
Guardo frutas maduras
Y entre los pliegues de mi ropa íntíma
Escondo, con manojos secos de vetiver,
Membrillos redondos y pintones.
Mi piel está impregnada
De esa fragancia viva.
Besarás mil hombres , mas ninguno
Te dará esta impresión de arroyo y selva
Que yo te doy.
Juana de Ibarbourou
Del libro: “Raiz Salvaje”
Algo evidente
Henos aquí, amantes desnudos,
Bellos -y mucho- para nosotros mismos,
Sólo cubiertos con hojas de párpados,
Recostados en una noche profunda.
Pero saben ya de nosotros, saben,
Estas cuatro esquinas, este quinto horno,
Esas sombras sagaces sentadas en las sillas
Y la mesa con su muy significativo silencio.
Y saben los vasos por qué, en el fondo,
El té se enfría sin que nadie se lo tome.
Swift ya no tiene ninguna esperanza,
Nadie lo leerá esta noche.
¿Y los pájaros? No te hagas ilusiones:
Ayer vi cómo en el cielo
Escribían abierta y claramente
El nombre con el que te llamo.
¿Y los árboles? Dime qué quiere decir
Su murmullo infatigable.
Dices: tal vez el viento tenga a bien saber.
¿Y cómo supo el viento de lo nuestro?
Entra por la ventana una mariposa nocturna
Y con sus alas velludas
Ensaya despegues y aterrizajes
Zumbando terca sobre nuestras cabezas.
¿Acaso no ve más que nosotros
Con agudeza de su vista de insecto?
Yo no lo presentí, tú no lo adivinaste:
Nuestros corazones brillan en la oscuridad.
Wislawa Szymborska.
LUNA DE MIEL
Han visto los Países Bajos, vuelven a Tierras Altas;
Pero una noche de verano, helos aquí Ravena,
Muy cómodos entre dos sábanas, donde doscientas pulgas;
El sudor estival y un fuerte olor a perra.
Están de espaldas, con las rodillas separadas,
Cuatro piernas hinchadas de mordiscos.
Echan atrás las sábanas y usan mejor las uñas.
A menos de una legua está San Apolinario-
En -Clase, una basílica para conocedores,
Capiteles de acanto que agita el viento.
Tomarán el tren horario a las ocho y de Padua
Llevarán sus miserias a Milán,
Donde se hallan la Cena y un restaurant barato.
Él piensa en las propinas, saca cuentas.
Habrán visto Suiza y atravesado Francia.
Y San Apolinario, derecho y ascético,
Vieja fábrica de Dios desvinculada, guarda
Todavía en sus piedras derrumbándose la forma precisa de Bizancio.
(T.S.Eliot)
SONETO VII
El rostro del mundo entero se ha alterado, creo,
Desde la primera vez que oí los pasos de tu alma
Moviéndose despacio, oh, tan despacio, despacio, a mi lado,
Alejándome de la espantosa frontera exterior
De la muerte inevitable, donde pensaba hundirme;
Me cautivó el amor, y me enseñó el conjunto
De la vida a un nuevo ritmo. De la copa de amargura
Que dios me entregó al ser bautizada, estoy dispuesta a
Beber, y a tu lado, cariño, alabaré su dulzura.
Los nombres de los países y del cielo cambian
Según donde estés o vayas a estar, aquí o allí,
Y estos… este laúd y esta canción que ayer tanto anhelaba
(bien lo saben los ángeles cantores) hoy solo los quiero
Si tu nombre se agita en todo lo que dicen.
(Elizabeth Barrett Browning)
Ceder
La reconciliación de la oscuridad y la luz
No es la sombra,
Como la ciénaga no es
La reconciliación entre el mar y la tierra.
Tiende tu mano en el sueño
Y no respires hasta que no alcances
La punta de mis dedos suspendida hacia ti
Sobre el vacío;
Solo nuestros brazos
Pueden aún formar puentes
Mientras sueñan.
Ana Blandiana
Antes de existir, hablar
Ya crecías en mi alma
Entendía tus vocablos
—por milenios la soledad
Fue mi amante
Sus estrellas hacían
Al deseo esperar
Antes de conocerte
Inhalaba tu perfume
Abarcaba tu ser
Dibujaba un círculo
Alrededor nuestro
De bienaventuranza
Y protección
Ya saboreaba tus labios
Tu cuerpo
Una bola de fuego
Me recorría lento
—los pájaros
Presagian vuelo
Antes de tu partida
Nunca dije
Adiós.
(Eva Petropoulou Lianoy)
EL PUENTE
Si me dicen que estás al otro lado
De un puente, por extraño que parezca
Que estés al otro lado y que me esperes,
Yo cruzaré ese puente.
Dime cuál es el puente que separa
Tu vida de la mía,
En qué hora negra, en qué ciudad lluviosa,
En qué mundo sin luz está ese puente,
Y yo lo cruzaré.
(Amalia Bautista)
ELEGÍA
Era tuya, quizás, antes de conocerte.
Mi vida, al tomar forma, a la tuya fue prometida;
Tu nombre me lo dijo, al turbarme de improviso.
Tu alma, en él oculta, se reveló a la mía.
Un buen día lo oí y la voz perdí;
Lo escuché largo tiempo, responder olvidé.
Y mi ser, con el tuyo, se fusionó al instante.
Creí que me nombraban por primera vez.
¿Sabías de ese prodigio? ¡Pues bien! Sin conocerte, gracias a él intuí a mi amante y señor,
Y lo reconocí en tus primeros acentos,
Cuando mis melancólicos días iluminaste.
Palidecí al oírte, se entornaron mis ojos;
Con una muda mirada nuestras almas se besaron;
En esa profunda mirada se reveló tu nombre,
Y sin preguntarlo, me dije: ¡Ahí está!
Desde entonces se apoderó de mi asombrado oído; a él se sometió, a él se encadenó,
Expresaba por él mis más dulces afectos;
Lo uní al mío para rubricar mis promesas.
Por doquier leía ese nombre lleno de encantos,
Y lágrimas vertía:
De un mágico encanto siempre aureolado,
A mis ojos deslumbrados se ofrecía coronado.
Lo escribí… muy pronto no osé ya escribirlo.
Y mi tímido amor lo tornó sonrisa,
Me buscaba de noche, acunaba mis sueños;
Seguía oyéndolo cuando me despertaba:
Vagaba en mi aliento y, cuando suspiro,
Es él quien me acaricia, por quien mi corazón respira. ¡Nombre amado! ¡Admirable! ¡De mi destino oráculo! ¡Ay! ¡Cómo me gustas, cómo tu gracia me atrapa! Me has anunciado la vida y, unido en la muerte
Como un último beso, cerrarás tú mi boca.
(Marceline Desbordes-Valmores, 1822)
Esto
Es sólo para ti para mí
No le diremos nada
Nada a nadie
Nos vamos a detener
Bien quietos
Como si no pasara nada
Entre tú
Y yo
Y quién va a ver
Mi mano
Tu mano
Mandarse un beso
Que ni la boca ve
Y quién va a oír
La loca mudez
De nuestro amor?
(Clarisse Nicoïdski)
El instante dejó de ser instante,
El lugar era nuestra mirada,
Los aires blancos,
La inmensidad
Donde ese hilo de oro
Destellaba.
(Clara Janés)
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