jueves, 2 de abril de 2020


A veces un cuerpo no es más que una mano dentro
de una copa de champán,
una mano que saluda al futuro
y lo celebra con el fantasma de una uva.
A veces un cuerpo es una espera en la estación, como dos novios que,
en breve,
van a ser un novio y una novia con la misma lágrima diciéndose:
hasta pronto, amor,
ya es de día o noviembre,
como prometiste.

A veces es una ventana,
una buhardilla con una cabeza que nos dice sube, ven, aquí hay vino y queso,
pero esto no será París
hasta que vengas.

Otras, como una planta que nadie
nunca ha visto
y ha muerto de verduras y rojeces,
entre cadáveres de frutas
y flores animales,
dentro de un supermercado.

A veces un cuerpo es un menaje
de cuchillos rosas,
de hermosas rodillas
como cilindros celestes,
pistones y poleas,
con los que Dios juega
en el taller de los verbos y la luz.

Pero otras, un cuerpo es sólo un cuerpo, el olor
que lo precede,
la sandalia romana
que lo acerca.
Un cuerpo es el hueco
que un cuerpo deja,
su ausencia prometiendo
el regreso.

Iván Onia Valero

No hay comentarios:

Publicar un comentario