
Nombrarte es comer pan.
Quizá porque la boca se abre para
estrenarte el segmento primero;
silábica modestia, soledad
de A, recipiente y ángulo, agujero
de lengua y paladar para empezar
a decirte.
Después,
el músculo se enrosca y sube al cielo,
lazo en construcción de la ele que trepa
y se asfixia en el punto desterrado
de la i
para dar paso a mis imperfecciones,
mi particular forma de llamarte
en la ce que va en los cauces secretos
de las serpientes huidas en el sur
o el diptongo final que silba y te abre
para que vengas, última y cerrada,
en el trigo partido de tu nombre.
Iván Onia Valero, de Galería de Mundo y Olvido (Ediciones en Huida, 2013)
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