lunes, 24 de diciembre de 2018

Verbena


Siempre aspiré a que mis palabras,
las que llevo al papel,
continuasen llorando
porque yo las había llorado antes.
JOSE HIERRO

Yo también me he quedado sin las lágrimas
necesarias con que nombrar la niebla
de bosque envuelve a los hombres solos
y la cara gris de los animales
enjaulados y la percha que forman
las preguntas si, en vez de las respuestas,
colgamos solamente los abrigos.

Es necesario a veces ser preciso
con el llanto, escribir mirando al río:

latigazo de mar, herida abierta.

O andar la ciudad fiera y anotar:

un semáforo en rojo es una bala
al corazón de la palabra prisa.


Todo sea por no esconderse siempre
detrás de las esquinas con los ojos secos
o despertarse todas las mañanas
para beberse la sombra caliente
de un café como si fuese la propia.

Todo para adentrarse en los días
igual que nos colamos en una fiesta,
con la certeza de no encontrar nunca
a las personas que vamos buscando
y la esperanza de parecer simplemente
invisibles.

Iván Onia Valero, de Tumbada Cicatriz (Ediciones en Huida, 2011) (DESCATALOGADO)

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