sábado, 3 de marzo de 2018

1/III/18 Un ratito en el Gato

Hacía una tarde/noche de perros. Para morder. Para ser mordidos.
Magníficos poemas de Juan Cuevas & Iván Onia con Noctiluca.
Y que me perdonen ambos si digo que David Yo, desde su humilde rincón, consiguió arrancarle a la lluvia su colmillo 'frente a la tierna protesta de los astros' .
Un gustazo
(Lola crespo)

(la gran obra)

La realidad va por un lado y la literatura por el suyo. No hablo de libros ni de una suerte de erotismo melómano por la palabra escrita, tampoco de la creación como transversalidad del que se sienta a esperar que algo ocurra en el abismo blanco de un folio, sino del relato necesario para poder llegar vivo a la jornada siguiente, como decía Félix Grande, aquello que únicamente somos capaces de confesarnos a solas y de madrugada, esa literatura, -digo- el autoengaño.
Es mentira que la vida nos ponga en nuestro lugar, sólo es otra frase hecha más apestando en la boca de los imbéciles, somos nosotros mismos quienes nos ubicamos aquí o allá según llueva, truene o nos convenga. Cierto es que si robas el tesoro o apuñalas al prójimo, las ruedas dentadas de la ley (las reglas del juego las llamó Borges, la justicia es otra cosa) nos ubican en una u otra cárcel, las del acero o las del que huye ad infinitum por esos barrios de serpientes, pero en nuestro cosmos interno siempre estamos salvados, nos contamos y recontamos el cuento del justo hasta caer dormidos todas las noches:
y qué iba a hacer si no/ se lo merecía por/ bien muerto está el gordo cabrón/ quién en mi lugar no lo habría hecho/ hemos venido a este mundo para el gozo y la venganza/
y eso sólo en los casos más extremos, normalmente nos salvamos a cada momento de las miles de pequeñas injusticias, en las que siempre somos los buenos de esta película tan mala.
Engañamos, que es como apuñalar el aire compartido y, sin embargo, nuestra maquinaria interior no se ve afectada y continúa con sus viejos mecanismos, cada sístole se promete una diástole y un tiro de sangre hace el resto: cagamos, comemos, amamos, dormimos con los ojos vueltos, como si la conciencia hibernara en una nieve de autocomplacencia y perdón, compramos calcetines o un kilo de ciruelas, hablamos de aquella película, juzgamos a los demás actores y besamos la estrella de sheriff de nuestra solapa.
La vida es esa materia blanda donde nos adentramos cada mañana. La realidad es una piedra, un paraguas o el corazón donde ambos se unen y se rompen el uno con la otra, el vértice y sus consecuencias. Pero la literatura es el aceite donde todo flota y se engrana, con ella adquirimos el sentido de nuestra mísera anatomía, nuestro peso en la tierra y el valor para conversar con la boca sin dientes del insomnio o asomarnos a los espejos sin vomitar.
Nosotros frente al espejo contándonos lo que queremos oír cuando anochece, esa es la Gran Obra.

Iván Onia Valero, de Paseando a míster O (Asociación Noctiluca, 2017)

No hay comentarios:

Publicar un comentario