Amaba un tiempo que nunca sabía
-de río lento, de bestia mansa-
cómo precipitaba vida abajo,
corriente su fluir con mis verdes días.
Amaba un tiempo; no una temporada,
no un mes, no una semana, no un reloj.
Sino las venas vivas en la sábana
y el sabor a hotel y a carne templada.
Amaba aquel vaivén blanco de entonces,
la nada, aquellas olas, aquella espina,
tu horizonte azul con sierpe de escarcha.
Porque tú eras el paso compañero
y la ola y el fluir que yo creía tiempo
que nunca supe, y se precipitaba.
Iván Onia Valero
DELICIOSO LEERLO, UNA MARAVILLA.
ResponderEliminar