martes, 5 de octubre de 2010

Amaba un tiempo

Amaba un tiempo que nunca sabía
-de río lento, de bestia mansa-
cómo precipitaba vida abajo,
corriente su fluir con mis verdes días.

Amaba un tiempo; no una temporada,
no un mes, no una semana, no un reloj.
Sino las venas vivas en la sábana
y el sabor a hotel y a carne templada.

Amaba aquel vaivén blanco de entonces,
la nada, aquellas olas, aquella espina,
tu horizonte azul con sierpe de escarcha.

Porque tú eras el paso compañero
y la ola y el fluir que yo creía tiempo
que nunca supe, y se precipitaba.














Iván Onia Valero

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