Con la puntualidad de los verdugos,
los aviones descosen los abrazos.
Como el nudo de un hueso se resienten
los edificios rotos;
las líneas injertadas del tranvía
que llevan ya a otro barrio
se quejan en las curvas, nos desdicen
los nombres de los bares
que cambiaron de nombre
y quieto en cada banco hay un fantasma
gemelo del que fuimos;
las ciudades son cuerpos
llenos de cicatrices
y el clima que las cambia punza
los dolores antiguos.
Déjame que te abrace todavía
sobre estas escaleras y estos puentes,
sobre esta herida abierta.
Juan Antonio Bermúdez
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