
Me gustaba mi cuartucho,
su ventana frente al muro de ladrillo.
En la habitación contigua había un piano.
Algunas noches al mes
un viejo minusválido venía a tocar
"My Blue Heaven".
Aunque la mayor parte del tiempo estaba tranquilo.
Cada cuarto tenía una araña bien abrigada
cazando moscas en su telaraña
de ensueño y humo de cigarrillos.
Era tan oscuro,
que no podía verme la cara en el espejo al afeitarme.
A las 5 de la madrugada se escuchaban unos pies descalzos arriba.
Era la "gitana" adivinadora
que tenía una tienda en la esquina,
y que iba a orinar después de una noche de amor.
También, una vez, escuché el sollozo de un niño.
Tan cerca, que llegué a pensar,
por un momento, que era yo quien sollozaba.
Charles Simic
Cuadro: "Taza de váter y ventana", de Antonio López
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