domingo, 26 de mayo de 2019


Yo soy tu charlatán.
Yo doblo las cucharas, yo convierto la luna
en pájaros franceses. Ay, dime que me crees
para no estar tan solo.
¿Es que a fuerza de hablar no haremos nada?
Yo soy tu charlatán y tú me escuchas
levantar poco a poco una piedra en el aire.
Tómala; es para ti.
Mi crédula doncella, que vienes a escondidas
a escuchar a tu rubio ilusionista.
Las ventanas se cierran a tu paso. Casi cae la noche
y, en la plaza desierta, ahí estoy yo
hablando, hablando, hablando.
Yo sé que me has creído, que esperas tu victoria
porque crees en mí.
¿Qué milagro deseas oír? Dime.
Te hablaré de mis cosas,
pues bien sé yo que amas los países exóticos
y en mí todo es lejano.
Te venderé la infancia que tú nunca
tuviste, yo pondré
gentiles hipogrifos en tu fina nariz.
Yo te diré la gloria de haber sido.
Y callaré el dolor
que es hablarte a ti sola.
Y entonces creerás en mí, y entonces
estas cosas tan débiles, las mías,
mi amor, la tierra, el cuerpo, el sol antiguo,
en tus ojos serán joyas flotantes
porque yo las canté.
Yo soy tu charlatán, ¿me crees ahora?
Hazlo, sí, y así yo
también creeré en mí mismo,
pues aquel que hechizó con la palabra
no debiera morir sordo ni mudo.
Pero cómo creer en las bandadas
de palomas que salen de mis labios
si solo tú las ves.
Yo soy tu charlatán, tu triste timador, el que ha pintado
el verano sobre una frase ardiente,
el que trenzó galaxias con las comas
y luego te las dio.
Y tú eres mi crédula, la niña de las niñas,
la que se ha enamorado de verdad
de todo lo que dije.

José Luis Rey

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