sábado, 23 de marzo de 2019

La alegría


Ir hasta donde vive,

con lluvia en la luna del coche
y un semáforo interminablemente rojo.
En las primeras tardes de verano,
cuando hay pájaros que se posan en la cubierta del tanatorio
o sobre los puentes,
construidos para que los novios que viven en barrios a cada lado del río,
puedan casarse.

Siempre hay una buena canción en la radio
si me dice ya puedes venir.
Siempre hay una plaza de aparcamiento libre
que me espera,
es un milagro que mi coche quepa en un hueco donde parece que nada más cabe en el día.
Y la muchacha con cofia enseña al público que pasa el helado de vainilla recién hecho.

Después vendrá su pelo, la sonrisa de lejos, como una piedra que se lanza al agua.
Después señalará una casa del siglo XVIII para que una ventana se encienda,
o la cabeza de un Cristo, y seremos perdonados en la eternidad de estar aquí, esta hora y media.
Mirará una flor para ponerle nombre
y meterá una mano en el naranjo para sacar un gorrión o un pomelo.
Se desnudará y ya no habrá más metáforas hasta mañana.
Todo eso es a por lo que vienes.

Y, sin embargo, no existe nada como el camino, cuando estás viniendo a donde ella vive
y una canción pone una alegría verde en cada semáforo.

Iván Onia Valero

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