sábado, 15 de diciembre de 2018

VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE LORCA: LLANTO POR LA MUERTE DE FRANCISCO RIVERA PAQUIRRI (La cogida y la muerte)


Aquella tarde sin estación ni año, tarde paisana de trigo y fotogramas, aprendí la sangre.
Las puertas crudas, hasta entonces cerradas a la infancia contra el dialecto de la pesadilla, se abrieron a caudal como el muslo del hombre, que miraba lo blanco desde un túnel femoral, tendido en su camastro, mitad rabia, mitad oxígeno.
Tenía un libro debajo de la ingle, Biblia tremenda por donde aún se podía oler el marfil y el grito redondo de España, pero ante todo se olía el galope de la sangre en el televisor. Esa sangre analógica y verde como ya nunca más la sangre.
Aquella tarde grande de pueblo, como pan de avispas, aprendí la muerte y su centímetro.


A las siete de la tarde.
Eran las siete en punto de la tarde.
Un avispero de ángeles lo traen
a las siete de la tarde.
Dibujan un círculo equivocado
a las siete de la tarde.
Un hombre descosido va a la muerte
a las siete de la tarde.

La plaza es una herida del mundo
a las siete de la tarde.
Huele a cobre de grifo desolado
a las siete de la tarde.
Lo tienden en la cáscara de un huevo
a las siete de la tarde.
El hombre ya es un muslo sin cerrojo
a las siete de la tarde.
Un libro hecho de bocas llena el aire
a las siete de la tarde.
Trompetas de marfil jadeando
a las siete de la tarde
y avispas en el centro se preguntan
a las siete de la tarde.
Dentro, los toros mugen letanías
a las siete de la tarde
y un tambor de agua tibia se prohíbe
a las siete de la tarde.
Viene la nieve verde en la serpiente
a las siete de la tarde
y un cuchillo gigante y desquiciado
a las siete de la tarde.

A las siete de la tarde.
A las siete en punto de la tarde.

Un corazón de muerto lo transporta
a las siete de la tarde.
Música de titanio y caracoles
a las siete de la tarde.
El toro sueña en su campo de relojes
a las siete de la tarde.
Los sables lo saludan por las curvas
a las siete de la tarde.
Claveles de hojalata en las arterias
a las siete de la tarde
y piel de pandereta por los párpados
a las siete de la tarde.
El puño de Tomás cabe en la llaga
a las siete de la tarde.
Clarines de azafrán traen la noche
a las siete de la tarde.
A las siete de la tarde.
¡Ay qué terribles siete de la tarde!
¡Eran las siete en todos los relojes!
¡Eran las siete en sombra de la tarde!

Iván Onia Valero



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