domingo, 2 de septiembre de 2018

Johnny Caves


Te lo he dicho muchas veces, Juan, la fama ya está demasiado lejos.
Alcanzar, a tus años, la gloria del poeta es como querer volar a Nueva York dando un salto en Finisterre. Estás a diez mil años luz, Juan, mírate. Eres un dandi de provincias, sólo tienes el traje que te compraste
para la boda de tu hermano, bebes demasiada cerveza y, después, están esos andares de álamo jipi, de perro trasnochado y trasnochante.
Mírate un segundo, ya no tienes veinte años ni eres de Barcelona o de Berlín - con lo que viste a un poeta decir que vive en el barrio de Gracia o en Prenzlauer Berg -, tampoco tienes una ascendencia es-
candinava, algo exótico para poner en las solapas de los libros, sólo
están tu acento y tus padres, muriéndose a pocos kilómetros de aquí,
dentro de un pueblo abrazado a un río. Si al menos fueses una de esas niñitas de ahora que se graban diciendo la palabra jodido muchas veces cuando leen un poema delante del Mac y le escriben a la menstruación o a los sudores del metro. Sí, están ahí, Juan, existen,
revientan las listas de ventas de poesía y los frenillos de los lectores, son la poesía, son ahora y son inalcanzables. No las mires, no estés triste, ven, llora sobre mi hombro un asombro de Vicente Gallego.
Aunque sin duda, tu peor defecto, es que escribes demasiado bien,demasiado lento para esta tiranía del presente y de la velocidad,
conservas un swing de esos, te deslizas por los lomos del cuaderno como un boxeador retirado que aún puede tumbarte con su antiguo crochet de izquierda en el páncreas de un verso, y partirte la calavera
para que brote un hermoso sombrero de sangre. Si escribieras peor, a lo mejor tendrías una última posibilidad con los amantes de la poesía ligera, pero tus poemas pesan, porque dentro de una metáfora cabe
un elefante de tinta y una luz de plomo ha iluminado tu tragedia.
En una de éstas, la tarde menos pintada, te caes al río y te encontramos ahogado y todo azulito porque se te olvidó sacarte un poema del bolsillo. Así que, asúmelo, el tren ha partido hace mucho, no hagas el loco por la ciudad, cuídate de los puentes, de sus barandas, de sus ojos prometiendo una sirena y cuando salgas de casa, por favor, mírate bien los bolsillos, coge sólo lo necesario;la gorra donde caga el pájaro de la idea, el unicornio de tabaco, unas monedas sueltas
para la prosa de los días. Deja sobre la mesa el último poema, no lo lleves encima, no vaya que en una de estas ocurra una desgracia, Juan.

Iván Onia Valero, de Paseando a Míster O (Asociación Noctiluca, 2017)

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