miércoles, 28 de febrero de 2018

Alberto Caeiro me acompaña un martes de octubre y observa el gran atasco de José Laguillo Av.


Un semáforo es rojo, y verde, y también ámbar.
Los hombres y mujeres vociferan,
regresan tarde, sacan medio cuerpo
por la ventana, lloran algo muy lejano.
Somos nosotros los que cambiamos porque
el semáforo rige su existencia
bajo la única forma que conoce:
esas tres.
El semáforo es, está ahí,
como un guardia esperando a su novia bajo la lluvia.
Pero si lo piensas, desaparece,
porque pensar en el semáforo es dejar de verlo.
Yo disfruto de él cuando me detiene
y un ave se posa en su sombrerito
a sacudir las alas llenas de agua,
pero disfrutaría igual si me mirara con su gran ojo verde
y yo creyese que dijera:
¡ADELANTE!
la avenida es tuya.

Iván Onia Valero, de Paseando a míster O (Asociación Noctiluca, 2017)

No hay comentarios:

Publicar un comentario