jueves, 28 de septiembre de 2017

Avispao Afternoon


Aquella tarde sin estación ni año, tarde paisana de trigo y fotogramas, aprendí la sangre.
Las puertas crudas, hasta entonces cerradas a la infancia contra el dialecto de la pesadilla, se abrieron a caudal como el muslo del hombre, que miraba lo blanco desde un túnel femoral, tendido en su camastro, mitad rabia, mitad oxígeno.
Tenía un libro debajo de la ingle, Biblia tremenda por donde aún se podía oler el marfil y el grito redondo de España, pero ante todo se olía el galope de la sangre en el televisor. Esa sangre analógica y verde como ya nunca más la sangre.
Aquella tarde grande de pueblo, como pan de avispas, aprendí la muerte y su centímetro.

Iván Onia Valero

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