Cabalgábamos sobre caballos de madera.
Él vestía de negro y yo de blanco.
Me abatió.
Siempre se reía y decía
acuérdate de cuando solíamos jugar juntos.
Ahora se ha ido.
Ni siquiera se despidió.
No tuvo tiempo ni para mentir.
Bang, bang.
Aquella horrible canción.
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