lunes, 19 de diciembre de 2011

Breakfast at Tiffany's


Holly, tan bella como sola, va de fiesta en fiesta.
Con la luna en retirada regresa a su habitación
tan sola como bella, y sueña con el sol.
Persigue hombres ricos que le compren el sol.

Paul, ya en la primera escena,
grita en silencio su amor por Holly.
Los hombres siempre aman mujeres
que secan el cielo de la boca.

Audrey Hepburn siempre me ha parecido una mujer
a punto de quebrase en pedazos
tan bellos como mínimos.

George Peppard me ha parecido un hombre recio,
obscuro en sus fisuras.

Dicen que pudo besar a Audrey sin olvidar su texto
y que, beso tras beso, no se enamoró de ella,
ni de su propensión a ser pedazo bello y mínimo.
Yo prefiero pensar que, tras el rodaje,
fue acercándose cada mañana, recio y sin fisuras, a Tiffany's
en la espera de que Audrey apareciera
llevando liviano su cuerpo y llamas en su boca.

Martín Lucía, de Los Desperfectos (Ediciones en Huida 2010)
Lectura del poema: Martín Lucía

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