miércoles, 11 de mayo de 2011

Estábamos rendidos en el faro
















Cuando el amor y el mar
son una sola marejada, sin que el viento nordeste
pueda romper este recogimiento,
esta semilla sobrecogedora,
esta tierra, este agua
aquí, en el puerto,
donde ya no hay adiós, sino ancla pura.
CLAUDIO RODRÍGUEZ


Estábamos rendidos en el faro,
yo leía poemas de memoria
pero callaba, tú mirabas lejos
y me decías que no te gustaba
saber por dónde hundía el horizonte
su bisturí, que todo era del mismo
color y la saliva del mar manchaba el cielo.

Nos recorría los cuerpos la luz
azul de los segundos, el relámpago
triste de los que van a separarse
pero se están amando velozmente,
igual que si guardaran ese amor
con la lengua detrás de los relojes.

Aquella intensidad nos lastimaba,
sentir galopar la sangre presente,
transformar cada instante en su recuerdo
al modo en que una cámara nos muestra
cómo éramos tan sólo dos segundos
antes y hasta qué punto hemos cambiado.

A estas alturas ya sabes que nada
de lo que leas nos devolverá
las oportunidades que se pierden,
y que si escribo mar, se quedará
esta palabra sola y desalada
sin esa lentitud que permitía
coleccionar las olas y el silencio,

sin la luz de los faros, sin las carreteras
que serpentean hasta la parte azul de los mapas.












Iván Onia Valero

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