Por la plaza del museo de Praga
la vida pasa en tranvía
o se detiene en un millón de fotos.
La carne del nativo
roza la del foráneo
beodo de ciudad,
que aguarda en cada esquina
un nuevo pináculo que florezca
o viejas literaturas que expliquen
por qué las calles se disfrazan de oro,
por qué la ciudad escapa al olvido.
Iván Onia Valero
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