lunes, 14 de febrero de 2011

Jabón y agua

Esta vida podría también ser
dulce en la oscuridad de los violines,
en la tiniebla que sólo habla el tango
y en tus costillas ciegas bajo el vestido.
Pero para eso yo tendría que
ser El Coronel, curda de “John” Daniel´s,
a punto de morir en nombre de
todos los hombres tristes de la Tierra
y tú, prestarme tu hombro de jabón
y agua para morder allí mi baile
último mientras todos nos aplauden.

Iván Onia Valero

viernes, 11 de febrero de 2011

Relojes

Miro los relojes en el primer
cajón,
intachables e insomnes llevan a
cuestas una militancia puntual
y un latido de tic tac inexorable.
Marcan las tres, las siete menos cuarto,
pero sus agujas no entienden el
día o el crepúsculo, la mañana
de verano o la tarde de octubre
ya que en sus lunas no hay cráteres sino
números
y el cristal no deja pasar una
sola migaja de aire.
Marcan las ocho y media y las diez
pero su corazón de engranaje
no atiende la prisa del taxista o el
sopor de la clase de matemáticas
ni el ansia del enamorado
ni el minuto de gloria.
Hay veces incluso que alguno atrasa
y su constancia sexagesimal
se reduce a una improvisación
de instantes.
Relojes ajenos que viven en
las paredes o en las muñecas, como
testigos hieráticos
del deambular humano en el tiempo,
confidentes de rutinas y letargos,
de atroces impuntualidades,
hasta que un buen día, sin saber cuándo,
también les llega su hora.













Iván Onia Valero

martes, 8 de febrero de 2011

Quemar las naves

El día o la noche en que por fin lleguemos
habrá que quemar las naves

pero antes habremos metido en ellas
nuestra arrogancia masoquista
nuestros escrúpulos blandengues
nuestros menosprecios por sutiles que sean
nuestra capacidad de ser menospreciados
nuestra falsa modestia y la dulce homilía
de la autoconmiseración

y no sólo eso
también habrá en las naves a quemar
hipopótamos de wall street
pingüinos de la otan
cocodrilos del vaticano
cisnes de buckingham palace
murciélagos de el pardo
y otros materiales inflamables

el día o la noche en que por fin lleguemos
habrá sin duda que quemar las naves
así nadie trendrá riesgo ni tentación de volver

es bueno que se sepa desde ahora
que no habrá posibilidad de remar nocturnamente
hasta otra orilla que no sea la nuestra
ya que será abolida para siempre
la libertad de preferir lo injusto
y en ese solo aspecto
seremos más sectarios que dios padre
no obstante como nadie podrá negar
que aquel mundo arduamente derrotado
tuvo alguna vez rasgos dignos de mención
por no decir notables
habrá de todos modos un museo de nostalgias
donde se mostrará a las nuevas generaciones
cómo eran
parís
el whisky
claudia cardinale.

















Mario Benedetti