lunes, 27 de mayo de 2019

Después del accidente


Cuando levantaron aquel hierro amarillo,
se vio la cosa reventada: dos;
las dos manos del hombre: la gran mano
izquierda, la gran mano derecha.
Machacadas en óxido. La sangre
se espesó con el aire. Lo llevaron.

Si nos vemos, amigo, hay que beber a la salud del hierro.
Llevaré hasta tu boca el vaso con el vino
y, cuando tú sientas que bebes con mis manos,
tú comprenderás que no estás manco en el mundo.

Yo te aseguro que cuando venga lo que vendrá
nadie va a llorar por sus viejas manos atadas.
Y además yo ya no tendré
que estar triste por ti. Va a ser entonces
cuando vas de verdad a tener manos.

Antonio Gamoneda

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