lunes, 19 de noviembre de 2018

Solo de poesía, de Edward Bloom


A las tres estoy dudando si salir a buscar a los ladrones que anoche saquearon la casa familiar o quedarme aquí, de inventario y mugre, intentando este tibio algoritmo de decir lo mínimo con lo máximo. Vade retro, condensación. Vade retro, haiku, poemita, buenas formas. Mierda también esta noche a la pausa y la tinta, a los signos de puntuación al ligero equipaje seamos excesivos irreales utópicos digitales jardineros de las puntas del tiempo donde suceden los vértices en los que
damos al traste con una estrella que nos pincha el pie o con el charco del beso aquel –de albero rotundo de luces efímeras– para gritar adolescencia y que el tiempo note un temblorcito de mosca posada en el hombro hasta pararse –piadoso y bisiesto– como queriendo pedir perdón por su quintal y su caravana de calcio sobre nosotros

                                                    *

qué música tan inmensa lo destartalado qué sonajero de yunque estribo y martillo para dormir a las bestias del desorden para llamar a la consolación para explicar la insolencia de preguntar qué es la
Poesía y qué tijera tan pesada el silencio cuando se mariposa en cruz sobre la boca si a la Pregunta quéslapoesía sonríes mientras un huracán de sangre y lenguaje te reverbera desde el estómago y piensas en el galimatías celestial de las entrañas en el arquitecto que imaginó un trozo de pan convirtiéndose en combustión y magia de la mano que escribe la palabra mano en los peces –después vertió siete océanos allí donde no llegaba la tierra– nadando a través del esófago iluminando la escalera del ánimo hasta hacernos andar demasiado humanos por las praderas intestinales y regresar luego ventriculares barrocos disciplinados cíclicos nuevos
¿qué es la poesía entonces?
pienso seriamente señor mi amigo oh compañero que a usted le importa muy poco la lo que yo vaya a decirle porque lo que realmente desea es regresar pronto a casa lanzando al aire la moneda reluciente de una certeza que mañana intentará cambiar por el gesto de afirmación
de las muchachas o por una copa si hay suerte podría decirle que es un vómito la poesía como dicen los no poetas los que hoy cogen la pluma y mañana el aguarrás y pasado te cuentan que están escribiendo una novela y al otro un disco de rumbas apátridas o la obra de teatro que te cambiará la vida ¿la poesía?
el poeta es un tullido que levanta los pueblos sumergidos que la nada cubre
que baila los mágicos perros que el día deshace llora mucho porque le duelen los gramos de ser así mira la cal y promete la nieve
dios acabó su obra firmándonos sobre la tripa píloros
y puertas heno y serpientes metros y metros
la poesía
señor
no es un vómito
la poesía
monsieur
es el sistema digestivo para que la vida pase y no duela
para que pase y no
para que la Vida

                                                   *

esto ha sido todo –la cuenta por favor– ya ves el legado hijo mío
esta espada de aguardiente abriendo la puerta de la rutina estos dos poemas salvados de las llamas este traqueteo del corazón rompiéndose bajo la tierna protesta de los astros
qué poco después de tanto ¿verdad?
mira cómo regresan a calentarme las manos los signos de puntuación cuando, a lo lejos, vuelve a oírse el cabotaje
de lo recién parido.

El hatillo pesa poco, quemé toda mi poética para volverme puro y mira lo que he conseguido:
una vanidad,
una elegía,
un cocodrilo contando las horas verdes del domingo.

Qué refrán mi vida, donde aprendieras el arte
propedéutico de ser sin sufrir apenas.
Todos estos años, dedicado a levantar la gloria sobre mi sombrero –como el ave intenta el pan– para acabar sucumbiendo a la ira, raíz del mal de nuestro tiempo:
a la envidia,
a la altanería.
Para morir solo, mientras el mundo se aleja con una música que ya no reconozco.

Y qué imperio de hormigas la vejez.
Y qué cuenco las manos al final del camino.
Y qué geometría del hielo cuando mira.

Qué cosas.

Iván Onia Valero de El Decapitado de Ashton, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2016

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