martes, 14 de agosto de 2018


¿Quién se enorgullecerá de ese rojo nupcial que rezuma entre los muslos del amor,
alzado como un coloso pero sin otro resultado que el semen frío de la tristeza?

No es Dios, sino los murciélagos,
y una araña que está tejiendo mi culpa,
quienes acuden a la cita,
y la vergüenza copula con todas las moscas de septiembre.

La trampa se ha cerrado, y yo estoy dentro de la trampa.
Pero no es el alivio del dolor lo que suplico,
cuando le ruego a Dios que entienda mi lenguaje
corrupto
y que baje un momento a sentarse conmigo sobre el banco
roto.

Elisabeth Smart

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