miércoles, 12 de julio de 2017

La noche del hijo del herrero


Son los años, el fuego. La paciencia.
El yunque es una coma,
mi padre dos martillos y una curva,
mi padre es un tambor convocando a
las hachas con dos brazos de mercurio.

El secreto está en las aleaciones,
la tensión del metal hasta los límites
de la fractura. Por allí vendrá
el himno que he soñado siete veces.
La velocidad del aire en sus curvas,
mientras vigilan ojos, uñas, filos
y por un calor duro pasa y chilla el tiempo.

Ya huele a día por las cremalleras,
las suturas no pueden contener
esta viceversa de globo y de párpado.
La gran revolución seguirá siendo
que amanece a pesar de nuestro empeño
en la intimidad de la ceniza.

Ha llegado ya la hora de soplar
la música del hijo del herrero,
de abrirme la camisa con un canto,
de elevarme en la plaza con el oro doblado.
Hasta el desmayo,
hasta que el abrazo o las piedras,
hasta que los ojos un himno.

Iván Onia Valero de El decapitado de Ashton (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2016)

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