lunes, 5 de junio de 2017

Visión en Roca Casterly


Podemos arrojarlas, quebrarlas, horadarlas, podemos afilar nues-
tra conciencia sobre su superficie o acariciar su piel fosilizada.
Podemos agruparlas y cimentar a pulso nuevos templos, po-
ner en pie castillos invernizos o levantar ciudades; poco importa:
el día en que sus manos se derrumben todos sucumbiremos bajo
una dura médula de escombros.
Han visto caer reyes. Han conocido el tiempo de los ídolos.
En su particular genealogía puede leerse el signo del futuro.
En cada piedra alienta una pequeña porción de eternidad.
Mirémosla, adorémosla, Lavémonos las manos para pensar en
ella, y amemos su silencio. Solo la piedra habla, innumerable.
Solo la piedra oye nuestras nimias plegarias cotidianas.
Calles adoquinadas se bifurcan hacia un mismo lugar. A ori-
llas del recuerdo, el niño que no somos se detiene para tomar gui-
jarros olvidados que el río esculpe y arma de mineral sustancia.
Mientras los hombres mueren, las piedras permanecen. Vivir
es un exceso. Solo por un instante imaginémoslas atravesar
-inmóviles- el curso de las civilizaciones.
El fuego las ampara: arden fecundos huertos y pomares en
tanto que la piedra, hermana sigilosa, insiste en su quietud.
Por lo común, la historia las oculta. Pero la piedra sueña y nos
sepulta.

Javier Vela, de "Fábula" (Vandalia, 2017)
fotografía tomada de la fachada de Omnium Sanctorum, Sevilla

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