domingo, 25 de junio de 2017


Después de todos, están esos otros
que ya has leído o que nunca has abierto,
pero siempre llevas encima;
en el bolsillo del pantalón,
en las maletas abisales,
en las bocas tiernas de la ropa de invierno.

Son el patrimonio rectangular de la rutina,
los gramos que un día perderemos con la muerte.
A veces los abres:
mil caballitos persas se dormían...
todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño...
quiero dormir el sueño de las manzanas...

y luego les cierras los élitros amarillos
contra tu carne.
Otras veces,
antes de adentrarte en los bosques,
los palpas por encima de la camisa
como un revólver heredado.

Iván Onia Valero de Hermanos de Nadie (Karima Editora 2015)

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