jueves, 4 de mayo de 2017


Esta es la edad del hierro en la garganta. Ya.
Te habitas a ti mismo pero te desconoces; vives en una bóveda abandonada en la que escuchas tu propio corazón
mientras la grasa y el olvido se extienden por tus venas y
te calcificas en el dolor y de tu boca
caen sílabas negras.


Vas hacia lo invisible
y sabes que es real lo que no existe.
Retienes vagamente tus causas y tus sueños
(aún conservas el olor de los suicidas),
te alimentan la ira y la piedad.

Queda poco de ti: vértigo, uñas
y sombras de recuerdos.
Piensas la desaparición. Acaricias
la tiniebla cerebral, bajas al hígado calcinado por la tristeza.
Así es la edad del hierro en la garganta. Ya
todo es incomprensible. Sin embargo,
amas aún cuanto has perdido.

Antonio Gamoneda

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