domingo, 17 de abril de 2011

Sin embargo














Ya nada va quedando;
ni la lírica adolescente,
ni la ira sincrónica,
ni el desengaño prematuro,
nada.

Los sueños se quedan sin el tiempo de
convertirse en arena,
los ojos tornan a realidades raquíticas de luz,
los desengaños ya no desengañan.

Demandábais vida, métrica y clásicos,
mas me pasé de rosca.
Madureces sencillas,
pero el amplio abanico de suicidios
apasiona como la vida misma.

Todo va cayendo abajo,
resbalando como un zumo de tedio,
y sin embargo,
la silla de espectador
heredada
se ilumina a veces
por las rendijas,
incapaces de contener
esta
lenta
cadena
de
amaneceres.

Iván Onia Valero

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