domingo, 10 de abril de 2011

El olvido











Con los dedos crecidos en los folios
puedo contarte todo lo que fuimos,
ansia por la palabra cruda desde
la que abrazar los árboles y el río.


Sabes que ahora pasan las semanas
igual que chicles ásperos, manidos
por el paso sin fresas y los dientes
firmes y que no importa ya escupirlos
o abandonar debajo de la lengua
la forma masticable de la nada.

Dejamos de hablar de la arquitectura
simple del horizonte, la tristeza
fotográfica que lleva el mar dentro
de la saliva en las carreteras
de vuelta y de otras sucias lentitudes.

Mientras, nuestros teléfonos parecen
un nido de avispas donde rueda
la promesa redonda de tu voz
-alambre sin garganta que lo mismo
araña las paredes que me nombra-

y la pena, que tanto fue moneda
de cambio cuando todo la merecía,
espinas blandas y caramelo
en el corazón, sólo tiene ya
el valor de un billete de mil pesetas,
durmiendo en las carteras que creímos
robadas.

Iván Onia Valero

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