viernes, 12 de julio de 2019


Si no estás, escribo un poema al día. Nunca me siento tan poderosa (te lo dije) como cuando mis dedos corren por el teclado del ordenador; nunca recuerdo los árboles de la infancia y la savia de la infancia y la saliva que portaba mi boca en la infancia como cuando mis dedos arañan el teclado del ordenador. Si no estás, escribo un poema al día. Hablo de vasos, de leche, de la creación de la Tierra. Hablo del cuerpo, hablo de mi cuerpo desnudo, hablo de la sangre que menstrúo y del vello que crece como los límites de las ciudades extranjeras. Hablo de ciudades extranjeras a las que nunca he viajado sola. Hablo de mi madre, hablo de mi padre, hablo de un tubo de dentífrico gastado por el acné de la adolescencia. Hablo, escribo un poema al día; si no estás, me siento tan poderosa como los trozos de granizo (haré a todas las familias salir a la ventana; les haré comentarlo y llamar por teléfono; les haré quedarse en casa, cancelar los planes, discutir porque no se puede salir a la calle y salgan a la ventana si no lo creen, si piensan que no tengo razón). Si no estás, planto espigas y modelo un mundo; y modelo un mundo de ciudades extranjeras en las que nunca estás, en las que escribo (te lo dije) un poema al día.

Si estás, no hago nada. Nunca me siento tan poderosa como cuando tus dedos corren por los campos rotos de mi cuerpo. Si estás, árboles de la infancia y savia de la infancia y saliva que mi boca porta en la infancia; vasos, leche, la creación de la Tierra; mi cuerpo desnudo (todo lo cubre mi cuerpo desnudo; la carpa del cuerpo desnudo no permite saber si llueve), la sangre que menstrúo, el vello y las ciudades extranjeras. Si estás, tomo todo el café de golpe. Quiero estar despierta. Quiero tragarme un poema al día. Quiero tragarme las espirales de la cama, el sonido de tu espalda cayendo sobre la puerta, temblando sobre la puerta del mundo que modelo. Si estás, cubro las ciudades con las manos, esbozo sobre las ciudades un cielo oscuro y me siento poderosa; nunca me siento tan poderosa como cuando estás. Nunca me siento tan poderosa como cuando puedo soplar el viento (este viento fricativo) sobre tus orejas; si estás, escuchas los ciclones una vez al día. Si estás, no necesito espejos; si estás, se hunden las agujas en la carne que cuido; si estás, si estás, si un día sucede que estás, si me levanto una mañana y estás agarrando mi pelo y estás hablándome de las ciénagas y estás preguntándote por qué no quedan ciudades extranjeras.

Escribo un poema al día. Las espigas, el granizo: todo ha empezado a formar un jardín en mi ventana. Si no me paras, crearé la Tierra.

Aida González Rossi

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