domingo, 14 de octubre de 2018

Aniversari


Las luces se han apagado, han sacado el pastel,
aplaudían los padres, los tíos y los amigos
todos a la vez, agrupados en un único grito,
“que pida un deseo, que pida un deseo”.
Y tú, nerviosa, como siempre que te toca ser el centro de atención,
has fijado los ojos en un punto impreciso del comedor
un segundo, dos segundos, tres segundos, cuatro y cinco.

Tus ojos cabalgaban buscando un deseo,
las velas quemaban y algunos de los amigos
te enfocaban con cámaras de retratar,
una voz comentaba “ay, qué guapa está”
y yo, en el fondo, me acababa el culito de la copa decidido
a encontrar un rinconcito adecuado para hacerme pequeño, pequeño.
Del tamaño de una mosca, del tamaño de un mosquito.
Para una vez empequeñecido, debajo los taburetes
y la mesa alargada por los dos caballetes,
abrirme paso con prudencia por un entramado
de zapatos de invierno, de confeti chafado,
y esprintar maldiciendo la longitud de mis nuevos pasitos
y esconderme entre un tapón de corcho y la pared
justo a tiempo que no me coma el gatito de los cojones.
Y escalar las cenefas de tu vestido
y calzar el pie izquierdo en un descosido
y llegarte al hombro y sentarme en un botón
y coger un pelín de aire y, con un saltito,
engancharte un cabello e impulsarme en un último salto final
y acceder a tu deseo atravesando la pared del lagrimal.
Ahora un pie! Ahora un brazo! Ahora el torso! Ahora la cabeza!

Y ya dentro del deseo ver si hay buen ambiente,
repartir unas tarjetas, ser amable con la gente
y con maneras de joven discreto y educado
presentar mis respetos a la autoridad,
escuchar con atención batallitas curiosas a los más viejos,
hacerme fotos graciosas con otros ilustres viajeros
y con un hombre con corbata que no sé quien es.
Y en la nube de sueños que tienes al alcance
y entre otros que, lo siento, pero ya nunca vivirás,
detectar un caminito que me aleje del grupo
o una sombrita tranquila donde, desapercibido,
acostarme un rato y, por fin, relajarme celebrando
el placer indescriptible que es estar contigo, hoy que te haces grande,
mientras fuera del ojo las velas se van apagando.

Manel

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