miércoles, 20 de junio de 2018

FOTO DE ARCHIVO (FINAL DE LA Copa del Rey, 1997)


a mi hermano

Empieza a amarillearse hasta la pantalla del ordenador, nadie lo dice, pero no son las cosas, son los dedos.
Mira, aquí éramos los nazis de la primavera y aún no me habías pasado la calvicie como un reloj de familia. Mira, soy feliz porque todavía no he escrito un solo verso, jamás seré un calvo en esta fotografía y el partido nunca habrá empezado todavía.
De aquella tarde de hace más de veinte años ya sólo recuerdo mi primer whisky, el frío de junio y tu beso con babas de borracho cuando Alfonsito marcó con la cara el uno-cero, inaugurando una esperanza crónica que aún hoy intento despegarme.
Después los trenes, largos de carne triste, llevando a los muchachos azules de vuelta a casa para describir a los padres cómo es eso de perder en el descuento y retirar las costillas por presumir de herida de guerra en la mitad del alma.
Creo que fue el día en que me planteé seriamente hacer de la derrota un oficio de carpintero viudo y convertirme en poeta. Ahora ya lo sabes.

Iván Onia Valero

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