jueves, 24 de mayo de 2018

Como cuando uno piensa demasiado en su propia muerte


Amo profundamente a esta gata, la amo sin metáforas, como un hombre simple, sólo con el abrigo de piedad heredado de mi especie y la conciencia remordida si recuerdo más de la cuenta ese segundo de abandono que me cruzó la cabeza, cuando la encontré canicular y medio comida por las pulgas de la basura.
Amo a mi vástaga parida desde el útero de la mierda por encima de las convenciones y de los neoliberales. Algunas siestas, antes de dormirnos, juego a imaginar quién querría que muriese si me dieran a elegir. Al principio con cuestiones sencillas; Belén Esteban o mi gata, Carlos Herrera o mi gata, Pablo Alborán o mi gata, y después me lo pongo un poco más difícil; Natalie Portman o mi gata, Messi o mi gata, un niño sirio al que jamás conoceré o mi gata… hasta que me duermo sonriendo, mientras Amalia Rodrigues nos mece cantando Lisboa no seas francesa y me descubro siendo un tirano al que nadie entendería llegado el momento. Pero a los pocos segundos doy un respingo en el sofá, como cuando uno piensa demasiado en su propia muerte, y bebo agua, casi un litro, me da mucha sed saber, con esa ferocidad de lo luminoso, que a nadie a cinco metros de esta habitación le importan nada este amor ni estas ideas.

Iván Onia Valero

No hay comentarios:

Publicar un comentario