viernes, 16 de febrero de 2018

52 Blue (la ballena más solitaria del universo)


Es tan delgada la línea del mar para su canto,
que nadie quiere nadar hacia él.
La canción más solitaria del mundo
sobre el océano más basto y solitario.

Su sonido tiene entrañas de neutrón,
absorbida dinamita en soledad prendida.
Para llegar al vientre del espacio
es necesario recorrer el amor, que es azul.

El viaje es un fruto mojado donde germina la semilla.
A través del líquido hinchado de las ondas sonoras,
del viento que muerde la frecuencia
y el registro desolador que pregunta a los tímpanos turbados.

Sólo escuchar los rayos filtrados en verde espiral,
la luz que presagia la muerte de la música,
la orilla que es en su boca melodía
o un dolor de azucenas náufragas, inconclusas.

Traen los barcos las sonoridades altas,
asolan mi abismo azul. Un cargamento sonoro e inalcanzable.
A la deriva, un rumor casi eléctrico, pez cuchillo o cristal en las encías.
Descifrar luciérnagas suspendidas en el sonido,
esclarecer el holograma de las mareas,
saber qué mar me nombra, así, con labios como olas, que susurran entre sus brazos mi nombre las medusas, que se escribe en los corales, que gritan las ostras al despertar.

Qué hermosas las orquestas erguidas sobre el mar,
con sus violas diminutas como huesos de melocotón,
con sus bailes perfumando los cabellos trenzados.
En el centro del silencio los faros musícan auroras.
El pacífico es un ártico donde el atlántico muerde su índico ya inevitablemente antártico.

Desde la pleamar al pleonasmo,
la búsqueda abrasada.
A lo lejos, ellos, sus cantos ufanos.
Herida en sal y soledad mi afonía.
Donde afila el iceberg su eterna barcarola,
allí bufaré.

Que el cristal de la noche se rompa en mi garganta.

Juan Cuevas

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