jueves, 23 de noviembre de 2017

Presentación de "Paseando a Míster O" en Café Metáforas 22/XI/2017

Breve crónica visual, con poema al fondo, de un viaje en pato desde los arrozales de Isla Mayor a la Alameda de Hércules para presentar un libro.


LORCA ACABA DE MORIR HACE OCHENTA AÑOS

Ochenta años es sólo un titular de acero para este viernes de persianas
y sandías con el fin de que parezca mucho el tiempo y pasemos
rápido a otra cosa.

Importa el vértigo, al periódico y al televisor les importa. Al turista
que moja sus pies y coge el móvil para escribir en la gloria, también le
importa el vértigo. Importa que todos los días parezcan iguales en su
danza, que las fechas se confundan y así nunca limpiemos la sangre
de los almanaques, que llegue la noche y los coches derrapen en las
curvas de la operación retorno, que vengan el estrés y el trigo, los
puentes, que Holanda se vea en los ojos queriendo fuerte de un niño
insomne, que la primera moneda del año suene en la hucha como
un deseo cayendo en un pozo de metal. Que nada se detenga en
esta imagen congelada.

Importa, sobre todo, el vértigo;

otro hombre acaba de morir a manos de la hiedra,
el taumatropo planta su dedo en los ligamentos cruzados del jugador
del momento,
los supermercados de allí no tienen más que sus encías para los
pobres y los lejanos,
benditos sean los corresponsales especiales, sus bufandas rusas,
su menú para uno o pensar que cuando apagan la cámara, lloran
arrugando una fotografía que sacan del abrigo.

El mundo confabula para que pasemos rápido a los postres, pero los
hombres lentos amamos la perspectiva, nos chifla imaginar mucho,
sentados en una silla grande donde nos cuelgan las piernas. El truco
está en pensar cosas como que hace ochenta años existían personas que
pudieron estrecharle la mano a Whitman alguna vez o que volvían la
cabeza extrañados si alguien pronunciaba las palabras avión o cine....
Mucha gente murió creyendo que unos ángeles de agua se llevaron el
Titanic al hondo lugar de las cosas que ocurren o soñó esa noche que
su hermano vendría a matarlo con un fusil cargado de razones porque
padre ya no vivía para gritar “¡se callen, coño!” si hablaban de política
con el pan sobre la mesa.

El truco está, por ejemplo, en no olvidar que Federico pudo cruzarse
con tu abuelo, quién sabe, en una plaza con demasiada gente, acariciarle
la cabeza a ese niño de provincias y escribir a los pocos días:

Quiero dormir el sueño de las manzanas,
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar


Iván Onia Valero, de "Paseando a Míster O" (Asociación Noctiluca, 2017)
fotografías de Marta Carvajal y Juanjo Palacios

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