jueves, 24 de agosto de 2017

Sweet Home


Asaeteados
se desangran los edificios
por sus miles de heridas luminosas
JOSÉ HIERRO

Déjame doblar las habitaciones,
entibiar las puertas,
saber que el picaporte es un ombligo,
que un grifo abierto engendra espejos
o la lámpara enciende el sudor del sueño.

Voy a vendar mis ojos y bailar
sobre el atlas de lo que aún no es mío
porque quiero llegar a ser el ciego
que admiten los objetos, uno más
en el recuento de libros y de cuadros.

Nada me pertenece;

el agua aún sorprende fría,
hay enchufes con una lengua azul,
hay fuego y hojas de nieve en la cocina.

Unas cuantas paredes sólo saben ser hogar
cuando la ropa sucia abandona los cuerpos
y aprende el desorden del abrazo,
cuando las puertas gritan aceite
o algo se está quemando entre la música y el sábado.

Nada me pertenece.

Sólo, en algunas noches desdentadas,
cuando soy tarde y soy regreso,
–sombra que anda en la sombra–
el edificio es una bestia herida de luz
y tú me esperas dentro de esa sangre.
Entonces la llave suena, entra, gira,
se rinden las bisagras,
hay un extraño olor a familia
que me tiñe los huesos;
es tu ropa sucia,
es la cena quemada.

Algo por fin comienza a pertenecerme.
Estoy entrando en mi casa.


Iván Onia Valero, de Galería de Mundo y Olvido (Ediciones en Huida, 2013)

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