jueves, 22 de junio de 2017
Había mezclado los personajes de la larga novela
que estaba escribiendo. Había olvidado quiénes eran
y qué hacían. Una mujer muerta reapareció a la hora
de cenar. Un vendedor a domicilio emergió de un
remolque en el quinto infierno ataviado con una
túnica china. El mismo día en que el asesino debía ser
ejecutado, salió a comprar flores para una tal Rita, que
resultó ser una niña de diez años con trenzas y gafas
de culo de botella... y así todo.
Nunca hizo nada por mí, sin embargo. Seguí
haciéndome más viejo y gruñón, como era mi deber,
en un pueblo ruinoso que siempre describía como
"muerto" y "menos que nada".
Charles Simic
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