miércoles, 16 de septiembre de 2015


El corazón se divide en cuatro, además de para la burocracia vital del intercambio de oxígeno, para que las espadas del amor y del odio crucen un segundo sus metales y se citen en la próxima diástole. La misma sangre que presta caudal al brazo para que termine de construir una mesa, para que envuelva debajo de la lluvia la tristeza de un pájaro roto, retire los escombros de la miseria o abra una cerveza, también tensa los músculos que van hasta la lanza que descose a un toro vivo. Así, entre nuestros anaqueles vasculares, ordenamos al ANIMAL CLANDESTINO Y PROPIO, como en un alfabeto de luces y sombras, clasificamos con la misma naturalidad nuestra avocación de amar y odiar sin metáforas: abrazamos los cuerpos buenos y bendecimos los azares planetarios que los trajeran besándoles las manos y el cuello. Renegamos de los brutos y los cacasenos, maldecimos sus lanzas y les pintamos, a sus padres y a sus hijos, cruces de muerte y de mierda sobre la frente.

Iván Onia Valero, de Hermanos de Nadie. Karima Editora (2015)

2 comentarios:

  1. El toreo se parece a la danza, si se suprimiese el lanceado y la muerte del animal sería uno de los más bellos espectáculos

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  2. Aunque el texto está referido al toro de La Vega, entiendo que la esencia de la tauromaquia es la muerte del toro y que el torero pueda morir. No me gusta y me cuesta cada día más respetarlo, aunque creo que lo que yo piense importa poco, es un espectáculo que acabará antes o después siendo eliminado estemos o no de acuerdo con él. Gracias por tu comentario ;)

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