jueves, 21 de mayo de 2015

Presentación de HERMANOS DE NADIE, Taberna Gonzalo


Ayer se presentó HERMANOS DE NADIE en la TABERNA GONZALO, uno de los lugares míticos de Sevilla en el corazón de la Macarena.
Un acto íntimo donde estuve acompañado de la responsable de Karima Editora, la poeta Sara Castelar.

EL VIDENTE

Puedo ver lo que aún no ha sido.
Pongo las manos sobre los arbustos
y el calor de las brasas -esos árboles
que habrán de morir-
me trepa el frío que tendré entonces.

En la orilla, un niño hace una bala de arena y rabia
que lanzará a su hermano,
antes de que el proyectil caiga,
adivino la tierra que cubre a dos ancianos
y la oración con que se cierran los ataúdes.

Namibia. Un elefante ha aprendido
a hacer temblar el suelo y a devorar
los espejos y las esferas verdes,
barrita lo que aprende en el viento.

Cuando parece que la vida es esto,
-rectas naranjas y selva enfriándose-
el parpadeo abre una calle de noviembre
y la baba grisácea que lava las aceras:

"han tardado las lluvias este año
aprieta el paso o llegaremos tarde, hija"

y la falda de tablas de la niña
va rozando el sueño antiguo de la madre
que es una pianista torpe y rota.


"Estas teclas son de marfil, pequeña"

dice el profesor
y toca Para Elisa con una mano
y hasta la estancia llega un llanto
enorme y raro.

Ahora, mientras te abrochas el abrigo
o abres el paraguas,
la semilla de un tomate comienza a desatar
la tierra buscando el oro de la canícula,
alguien traza en el fango los planetas informes
de la sandía,
y, en alguna coordenada,
el océano recuerda aquel verano
y cruje un instante que tardará meses hasta llegar
a tu tobillo.

Puedo ver lo que aún no ha sido.
Una familia cruza el fondo marino.
Un reptil mira y, dentro de ese círculo,
con deseo y con asco,
nos estamos mirando ya todos.

Y quién detrás de mí también me observa
aquí sentado,
escribiendo algo absurdo acerca de los dones
y ya está oyendo un chillido
de colegio con moscas puntuales
y a los adolescentes que se besan detrás del
gimnasio,
dejando su saliva encima de ese poeta
estúpido y muerto al que han pintado unas gafas
con lápices gastados.
Quién antes que yo
supo que ocurriría exactamente así.

Primero observó los prodigios de su tiempo
-los grandes barcos del café que venían de América,
la mancha de la criolla en el muslo que parecía
una inicial-
y ya me imaginaba a mí
con la marca azul en la nuca,
la taza fría bajo los flexos.
Aquí sentado.
Acabando un poema absurdo del mismo modo
en que se cierran los círculos
o se cumplen las profecías.

Iván Onia Valero de HERMANOS DE NADIE, Karima Editora 2015

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