Me imaginas pura:
ves en mí una página a punto de emborronar.
Quieres vestirme de blanco desde la boca a las piernas:
imaginas a tu antojo mi garganta y mis rodillas.
Cierras los ojos, te empeñas,
tus manos predicen un manso revoloteo.
Te dispones a encalarme como a una casa sucia.
Pero no puedes:
no eres menos oscuro que tu sombra.
Laura Redondo