domingo, 29 de diciembre de 2013

El estadio abandonado


La vida contemporánea ofrece pruebas de la muerte inapelable
en escenarios nuevos como los campos de fútbol abandonados.
                                                                                            (L.L)

Y en la hora crepuscular,
la hora que al mundo
y las cosas del mundo
transfigura,
visité el viejo Estadio
ruinoso, abandonado.
Reposando, se hubiese dicho,
en esa luz estaba
y por esa mágica luz
nimbado.
Como un santo en oración
o el esqueleto de un enorme saurio
asomando, todavía,
desde la orilla de otra edad.
íOh, fantasmal!
Así, pensé, nosotros somos,
del tiempo destructor,
-roídos por él más lenta o velozmente-
sus impotentes víctimas.
Sólo vestigios somos,
testimonios,
de su impiadosa
Potestad.
íOh, Cronos!, que das y quitas tiempo.
íOh torturador verdugo!
¿y eres tú el único,
el verdadero Dios?
Como a turgentes uvas
en tus fauces,
la pulpa vas vaciándonos
y escupes, después, el arrugado hollejo,
al polvo destinado.
¿Y qué, entonces?
¿No es todo lo demás
puro embeleco?
Corola de hierro
y de cemento,
marchitados,
el viejo Estadio
sereno transcurría.
Como si esa degradación,
dignamente aceptada,
fuera el secreto
de su estar apacible.
En paz consigo mismo
y con el mundo;
resignado, esperando
su fin.
Alfombra de yerbajos
era su campo;
potrero desolado,
lo que un tiempo,
mar de cuidada yerba
había sido.
Y rodeando ese erial,
carcomidas gradas,
como enfermas encías,
de cariada boca
se mostraban.
íOh Metáforas, Metáforas!
íVosotras que al mundo
y a las cosas
del mundo, también
transfiguráis!,
¿sois también crepusculares?
íVosotras, como esta luz
crepuscular
en la que el fin
y el principio del día
se funden y se confunden!
íVosotras, principio
y fin de la Poesía!
íVosotras, magas, hechiceras
que danzáis día y noche
en torno
al hirviente caldero!
íVosotras,
que mis pensamientos
ya huecos, sin substancia;
que el impetuoso
sentir
de mi cobarde corazón;
que el siempre
pretencioso
pero siempre, también,
rastrero vuelo
de mi espíritu;
que mi talento
imbécil;
que la mortal
demencia
que da vida, sin embargo,
a mis nervios;
que todo ello
maceráis y maceráis
sin descanso, revolviendo
en la bullente olla!
íA vosotras me encomiendo!
íA vosotras,
que no cejáis jamás
en el empeño de encontrar
alguna escondida relación
recóndita,
entre los más dispares términos!
íA vosotras, cuyas mentiras
capaces son de revelarnos
las verdades más ocultas, el secreto
del mundo, el quid del Universo!
íA vosotras,
que nos hacéis
visible
lo invisible!
íA vosotras, que me inspiréis,
os ruego,
antes de la partida,
una metáfora que exprese
el fracaso que soy!
íTan lograda metáfora
de mi fracaso
que deje yo esta vida
feliz de haberlo sido!
Sereno como un santo
en oración,
el viejo Estadio
descansaba.
Antaño, magnífico
redil de multitudes;
hogaño,
sólo recinto de ecos,
tan inmenso como el mío
su vacío sentí.
Vacío de un profundo hoyo; pozo
en cuyo fondo, seguro ya
de su final
inutilidad, uno es presa
de ese vértigo al que, sin más,
se entrega.
Y, no obstante,
íOh Vejez!
íOh Estigma!,
¿cómo resignarse?
¿Y cómo los humanos,
tanta abyección y horror
soportar pueden
cuando, de pronto, el Término
ya nítido aparece?
¿De que está hecho,
en verdad, el hombre?
¿Cómo sabernos mortales
y mantenernos hasta el fin
en la calma, en la cordura?
Tranquilo, paseaba una mañana
por el bosque,
cuando sorprendime
diciéndome: -Ya tienes edad parar morir.
No tienes tiempo ya.
Y cayó sobre mí,
como un rayo, esa certeza. Y creí
que allí mismo enloquecido
moriría: fue como si un abismo,
de pronto, a mis pies
se hubiera abierto.
Y me vi bajo tierra, sepultado,
comido por gusanos, pero vivo
al mismo tiempo, al borde
de esa tumba imaginaria,
por cuya cercanía una joven pasó
enfundada en sus jeans, moviendo
su trasero -carnoso, palpitante-
Mas ni esa rotunda, fresca, estimulante
imagen de la Vida, de aquella
funesta, espantosa idea
pudo apartarme.
Antes bien, Vida y Muerte
sentí en mí anudarse,
hacerse un lazo en torno
de mi cuello, ahogándome,
asfixiándome.
íOh Thanatos! íOh Eros!
Y grité con desesperación,
horrorizado: íOh Parcas, aún no,
aún no todavía!
No sé quién habla ahora,
si el viejo Estadio o yo;
si es él
o a mí mismo
a quien escucho.

Leónidas Lamborghini

sábado, 7 de diciembre de 2013


Aún
ha de quedarme un largo tiempo
y habrá de venir la placenta de mil poemas
hasta que asome el definitivo
con su peso redondo,
con su asombro hasta el centro
y me parta los huesos
y del hombro me lleve al agujero
donde ya no hablaré nada más.

Mientras tanto,
crece la tierra blanca del titanio
y apenas pienso en si todo vendrá
o en si alguna señal cruzará el cielo
cuando llegue el momento.
Mientras todo,
están este o aquel asunto
que escribo como quien se sienta en una piedra
a esperar algo ocurriendo.

Iván Onia Valero
Cuadro: Niño sentado sobre un risco, de José Benlliure y Gil


lunes, 2 de diciembre de 2013

Nosotros, sin embargo


Nos ha sobrevivido,
proyectando su sombra de esqueleto,
rareza geométrica sobre el pasto.

A pesar de sus hojas podridas,
de su tronco torcido,
de sus raíces huecas,
de sus frutos de espanto.

Allí quisimos ser
y existían las cosas con una luz purísima,
un amor sin contornos,
un torrente de amor de unos cuerpos a otros.

Era un peral enfermo y sin embargo
nos ha sobrevivido.

Y nosotros, borbotones de carne,
salutísimas fieras, palpitante materia,
moríamos sin saberlo.
Y extraños casimuertos, mediovivos,
como tibios fantasmas,
como opacos espectros,
alrededor de todo, aturdidos,
sin conocer la línea
que separa la luz de las tinieblas.

Era un peral,
nosotros, sin embargo.

Rocío Hernández Triano (Los seres quebradizos, premio Carmen Conde de Poesía 2013)