viernes, 20 de septiembre de 2013

Epitafio frente un espejo

Dura ha de ser la vida para ti,
que a una extraña honradez sacrificaste tus creencias,
para ti, cuya única certidumbre es tu recuerdo
y por ello, tu más aciaga tumba.

Dura ha de ser la vida, cuando los años pasen
y destruyan al fin la ilusa patria de tu adolescencia,
cuando veas, igual que hoy, este fantasma
que tiempo atrás te consoló con su belleza.

Cuando el amor como un vestido ajado
no pueda proteger tu tristeza
y motivo de burla, de piedad o de asombro,
a los ojos más puros sólo sea.
Duro ha de ser para tu cuerpo ver morir el deseo,
la juventud, todo aquello que fuiste,
y buscar sin pasión tu reposo
en la sorda ternura de lo débil,
en la gris destrucción que alguna vez amaste.

«Es la ley de la vida», dicen viejos estériles,
«y nada sino Dios puede cambiarlo», repiten,
a la luz de la noche, lentas sombras inútiles.
Dura ha de ser la vida, tú que amaste el mundo,
que con una mirada o una suave caricia soñaste poseerlo,
cuando la absurda farsa que tú tanto conoces
no esté más adornada con lo efímero y bello.
Dura ha de ser la vida hasta el instante
en que veles tu memoria en este espejo:
tus labios fríos no tendrán ya refugio
y en tus manos vacías abrazarás la muerte.


Juan Luis Panero (in memoriam)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cobres (fragmento)


Se aleja otra vez el verano y tampoco supiste ser joven.
Es el tiempo de regresar al anciano vocabulario, de llamar corazón al corazón. Es hora de los músicos solitarios, de las ventanas que se cierran oponiéndose al viento, de todos nosotros y nuestra miseria tremante. Tiempo de caminar la inmemorial ciudad con paso antiguo como un apellido.

No supiste ser joven. La juventud era un teclado colorado y brillante y golpeaste sobre él con la urgencia enfermiza de quien carece demasiado -y no se articuló la melodía total, sino una vaga dispersión de acordes insumisos y algunos blues cargados de espalda como semanas mojadas de lluvia. Ahora pagamos aquella tan precaria disposición con un poco más de nostalgia insolente. Y con un poco más de amor a estos muros que de alguna manera preservan años de dolor infamante, varios peines usados, misteriosas palabras que pululan disolviéndose detrás del horizonte, desconchaduras de ilusión, susurros incalificables, y un borbotón de nombres que transitan modificándose sin fin, como las nubes: todo cuanto se nos derrama mientras se aleja, otra vez, el verano.

Cobres, color de cobres y sonido de cobres.

Félix Grande

viernes, 6 de septiembre de 2013

Veinte años


Yo pasaba hambre
y tú posabas desnuda
en aquel cuartito frío.

Cuando algún bistró,
a cambio de un plato caliente,
nos compraba un cuadro,
recitábamos versos
agrupados alrededor de la estufa
olvidando el invierno.

La bohemia, la bohemia.

Eso quería decir uno es feliz.
Eso quería decir eres tan bonita.
Eso quería decir uno tiene veinte años.

Charles Aznavour